Este día 20 de agosto se cumple un año desde que la presidenta Michelle Bachelet firmara en Chillán el proyecto de ley que crea la Región de Ñuble, ha sido un periodo de avances en la discusión legislativa y en la determinación presupuestaria que demandará la puesta en marcha y funcionamiento de esta nueva unidad político administrativa.
En paralelo a este proyecto de ley avanzan otros dos instrumentos que apuntan también al fortalecimiento de las regiones y la profundización de la democracia: la elección directa de gobernadores regionales (ex figura de intendente) y el traspaso de competencias y atribuciones a los gobiernos regionales. Importantes iniciativas que determinarán una nueva perspectiva de desarrollo para nuestros territorios, generando además mayores espacios de participación. Por cierto, resulta aún muy difícil explicar a un extranjero que en Chile los intendentes regionales o gobernadores provinciales son designados y no elegidos, o que en realidad no cuentan con atribuciones efectivas para su gestión y que el mayor porcentaje de presupuesto público y de decisiones son resueltas en la capital nacional. Ahí radica la importancia de estos tres proyectos descentralizadores, establecer las decisiones más cerca de donde surgen los problemas.
Estudios, razones y pasiones sobran para argumentar el porqué de Ñuble Región. Pero ahora surge una nueva responsabilidad: articular adecuada y oportunamente una nueva gestión regional. Esto supone que tras la aprobación y entrada en vigencia de los tres cuerpos legales mencionados, en Ñuble seamos capaces de generar las condiciones para una gestión regional integradora, democrática, participativa, eficiente, pero por sobre todo innovadora. Nuevas competencias jurídicas demandan también nuevas competencias técnicas, es decir tendremos la oportunidad de gestionar lo que hasta hoy está radicado en Concepción o Santiago, pero ello requiere algo más que instrumentos legales, historia y buenos deseos, implica liderazgos e inteligencias colectivas, además de la puesta en escena de los mejores capitales intangibles de Ñuble, su capital social, humano, cultural, entre otros. ¿Pero qué sucede con el capital político?, los actuales y futuros actores, hombres y mujeres con representatividad pública también debemos hacer nuestro esfuerzo y compromiso y ser capaces de poner en el centro la discusión de ideas y sobre todo la búsqueda de elementos en común para el progreso armónico y sustentable de Ñuble.
En este contexto urge visualizar las oportunidades y los desafíos, por ejemplo, al año 2030. Ese puede ser un buen periodo de tiempo para fijar como plazo de esfuerzos, objetivos y metas, en definitiva para la elaboración de una estrategia de desarrollo. El Ñuble del año 2030 debiera recoger lo mejor de la historia y del presente, pero claramente establecer diferencias significativas en calidad de vida, empleo, desarrollo, infraestructura, ciencia y tecnología al servicio de las vocaciones productivas de nuestra zona. En el Ñuble 2030 debiera quedar en evidencia que el convertirnos en región fue una buena, justa y necesaria decisión, pudiendo establecer indicadores claros de comparación que fundamenten que nuestro crecimiento, desarrollo y democracia son mayores en la medida que fue la gente de Ñuble la que se hizo cargo. Desafiante reto para el sector público, privado, universidades, partidos políticos y sociedad civil.
Cristian Quiroz Reyes, Consejero Regional por Ñuble