La búsqueda del mejoramiento de la calidad de vida y de mayor seguridad, sea ésta ciudadana, social o vecinal, son sin duda de las principales preocupaciones y expectativas del Chile de hoy. En esa dirección, la descentralización efectiva puede contribuir a lograr grados crecientes de satisfacción ciudadana, dado la mayor cercanía, pertinencia y focalización de recursos que se logra en esta dimensión. En contraste a un régimen centralista, alejado de los problemas, burocrático y en donde la estructura se confunde con los fines, en desmedro de la propia comunidad.
La calidad de vida claramente tiene que ver con como somos capaces de construir ciudades, regiones y un país con entornos ambientales limpios; con una vida cultural diversa y tolerante; con la participación ciudadana y comunitaria como base del desarrollo; con el acceso equitativo a la información y educación como requisito de lo anterior; con un sistema de seguridad social que debe funcionar, particularmente para la tercera edad y desempleados; con seguridad ciudadana que coordina las policías con inspección municipal y vecinos, pero que por sobre todo previene el delito a través de la superación de las desigualdades y de la vulnerabilidad social que condiciona la delincuencia; con un modelo de salud familiar que responda a un modelo que prevenga la enfermedad y promueva estilos de vida saludables; finalmente, con gobiernos comunales y regionales que canalizan y se hacen cargo de las demandas de los habitantes de sus territorios en conjunto con ellos.
En este orden de ideas la profundización y fortalecimiento, por una parte de la regionalización y, por otra, del poder local, expresado éste en las municipalidades, contribuye desde una perspectiva progresista a fortalecer la sociedad civil, ampliar espacios de participación, gestionar mejor los recursos públicos y, en consecuencia, mejorar la calidad de vida de la población.
En el caso de Chile, la descentralización y regionalización, puede constituirse en un medio efectivo para, de manera gradual, construir en nuestro Estado unitario regiones que no respondan sólo a una división política-administrativa, sino que ello más el poder transferido a los Gobiernos Regionales tienda a dar cuenta, tanto de un desarrollo justo e igualitario entre las diversas regiones y al interior de las mismas (provincias y comunas), como así también de la toma de conciencia de la importancia que significa la solución de los problemas lo más cerca de donde éstos ocurren. Un punto esencial es la integración de los distintos actores sociales de la región, comprometiendo así su actual identificación regional (cultura, valores, zonas geográficas, etc.) con una participación en los asuntos que les interesan y competen.
Por ello, claro es, que una reforma política-administrativa no es suficiente para el despertar y la integración de las poblaciones regionales. Frente a ello es necesaria una preparación cívica para la vida en región bajo el nuevo cuadro, así cabe un rol fundamental por ejemplo a las universidades locales, partidos políticos, sociedades productivas y de comercio, colegios profesionales, entre otros. La instancia regional debe ser capaz de coordinar las políticas sectoriales con las políticas e iniciativas locales, constituyéndose así un todo coherente que potencie el desarrollo regional desde la base.
La descentralización es un elemento consustancial de la democracia, porque existe un sentido local para la resolución de los problemas, siendo los implicados los llamados a resolverlos; hay un aumento del control a las instituciones públicas, no sólo el implementado a nivel nacional, sino también el ejercido por la ciudadanía al estar más cerca del poder y poseyendo una parte de él. El camino se inició hace años, pero aun no logramos una verdadera descentralización política, social, económica ni cultural. Desafío pendiente y urgente de asumir.
Cristian Quiroz Reyes, Concejal de Chillán | Publicada en: Línea Abierta