¿Qué se vota cuando se vota?

¿Qué se vota cuando se vota?

Allá por los años sesenta, el poeta chillanejo por adopción, Gonzalo Rojas, preguntó al mundo “¿Qué se ama cuando se ama?”. Junto con dar sus respuestas, emplazaba al lector a formular las propias.

Desde la admiración, reformulo la interrogante para adentrarnos a descubrir qué se vota cuando se vota, esperando también hallar aquello que se vota cuando no se vota.

Nos enfrentamos a un año electoral en medio de una tormenta. Vivimos tiempos de cambios acelerados evidentes en la tecnología, las ciencias, las religiones y también en la política. Se suma un contexto de desconfianza hacia instituciones emblemáticas como el Congreso, iglesias, Carabineros y empresas coludidas.

La ciudadanía también ha evolucionado, modelada por el acceso instantáneo a un completo mundo de conocimientos, no refleja esta ventaja en la participación. Si bien el desánimo tiene parte de su origen en las instituciones y el modelo socioeconómico, se extiende a otros ámbitos donde la implicación es igual de necesaria.

Para los individuos, generar cambios en solitario es mucho más difícil que lograrlos de manera colectiva. Está probado que juntos nos hacemos más fuertes.

Preguntándonos “¿qué se vota cuando no se vota?”, encontramos a quienes creen que la abstención es una forma de castigar a los políticos. Otros aseguran resignados que “da lo mismo quien salga porque mañana igual debo ir a trabajar”. Y hay quienes sostienen que este sistema imperfecto no debe ser legitimado a través del voto.

Lo cierto es que cuando no se vota esperando castigar, ocurre todo lo contrario: se premia a los representantes que llevan años en sus cargos y cuentan con una base segura de sufragios que les permite continuar sin competencia y sin necesitar de quienes decidieron ausentarse.

Otra repercusión de la abstención es que impide que los temas de interés puedan llegar a la agenda pública. Incluso si logran ser incorporados gracias a movilizaciones y presión social, si no se ha votado por quienes apoyan tales demandas, no habrá alternativas de solución y la respuesta pública será parcial. Esto sin contar los delitos, errores e inasistencias vergonzosas de quienes empañan el trabajo público y defraudan la confianza de la ciudadanía.

La crisis de legitimidad y representatividad actual no es el contexto más motivador para el votante, pero cuando no se vota cedemos nuestra parte de soberanía, nuestra voz y opinión, para que otros decidan por nosotros.

¿Y qué se vota cuando se vota? Para muchos la democracia representativa es imperfecta, y me pregunto si existe alguna obra humana que no padezca la misma característica. Lo importante es no desistir en el afán de enmendarla y hacerla más parecida a lo que nos merecemos como sociedad.

Mientras en Chile se han implementado avances como la adición de elementos de participación y deliberación para una democracia más ciudadana, legítima y efectiva, la regulación del financiamiento de la política, la eliminación del sistema electoral binominal o el voto para chilenos y chilenas que viven en el extranjero, aún quedan temas pendientes como la elección de gobernadores regionales (intendentes) y sanciones efectivas para partidos que incumplan con la ley que les regula.

En ámbitos cotidianos también tenemos necesidades que requieren de una respuesta o solución que pasa por el ámbito de decisión política. Por ejemplo, cuando aspiramos a un sistema de pensiones justo que retribuya adecuadamente la vida laboral y permita una vejez digna, es imprescindible acompañar el anhelo con el voto. Cuando constatamos que el modelo centralista de país ahoga a las regiones, debemos participar de las soluciones a través del voto. En Ñuble aún no contamos con agua potable en muchas zonas rurales, recibimos planes formulados desde Santiago o Concepción que pretenden, sin conocer nuestra realidad, resolver el transporte caótico, la contaminación o el desempleo, y para algunos sigue pareciendo buena idea el no ir votar.

El desencanto hacia la política no debe hacernos caer en el error de la apatía y la derrota. Es necesario el fortalecimiento de nuestra conciencia cívica y ciudadana. Solo así podemos ser un factor de cambio transformador. De ahí, la importancia que tiene asumir el rol que nos compete de cara a las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias, preguntándonos las veces que sea necesario ¿qué se vota cuando se vota?

 

Cristian Quiroz Reyes | Publicada en 2017, Revista Murano

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